DESARROLLO HUMANO
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
desarrolló en los años 90 el paradigma de desarrollo humano (DH), entendido
como el proceso de ampliación de las opciones de las personas mediante el
fortalecimiento de sus capacidades, para que puedan alcanzar un nivel de vida
digno. Este proceso implica asumir que cada persona debe ser considerada un fin
en sí misma y debe ser el centro de todos los esfuerzos de desarrollo. Por
tanto, las personas deben considerarse, no sólo como beneficiarias sino como
verdaderas protagonistas sociales: el desarrollo humano es el desarrollo de la
gente, por la gente y para la gente.
Al establecer la expansión de las libertades y el bienestar
humano como objetivo central del desarrollo, el paradigma de desarrollo humano
abre muchas posibilidades para la transformación de las relaciones de género y
la mejora de la condición de las mujeres, a través del análisis de una serie de
aspectos ignorados por la simple visión economicista del desarrollo (Zabala,
1999). Así por ejemplo, el DH va más allá del concepto de pobreza y define la
pobreza humana como la carencia del nivel mínimamente aceptable de capacidades
que sufren las personas para satisfacer sus necesidades humanas y
fundamentales. De esta forma, la equidad, la inclusión social, el
empoderamiento de las mujeres y el respeto a los derechos humanos son
condiciones necesarias para poder reducir la pobreza.
En 1995, el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano,
dedicado a la condición de la mujer, señaló que “sólo es posible hablar de
verdadero desarrollo cuando todos los seres humanos, mujeres y hombres, tiene
la posibilidad de disfrutar de los mismos derechos y opciones”, refiriéndose a
la desigualdad de género en términos de capacidades –educación, salud y nivel
de pobreza- y de oportunidades –toma de decisión y autonomía económica y
política-. Este informe introdujo dos nuevos índices: el Índice de Desarrollo
Relativo al Género (IDG) y el Índice de Potenciación de Género (IPG) , que han
sido y son claves para monitorear algunos aspectos de la situación de la
igualdad de género.
El índice de desarrollo humano relativo al género (IDG),
incorpora la dimensión de género desagregando los indicadores referidos a las
capacidades para visibilizar las brechas existentes entre mujeres y hombres. A
su vez, el índice de potenciación de género (IPG) mide el nivel de
oportunidades de las mujeres y visibiliza las desigualdades en tres dimensiones
de la participación femenina; participación política y poder de decisión -
medido por la proporción de mujeres y hombres con escaños parlamentarios -
participación económica y poder de decisión - medido por la participación de
mujeres y hombres en puestos legisladores, altos funcionarios o directivos y
participación de mujeres y hombres en puestos profesionales y técnicos – y
control sobre los recursos económicos, - estimación de ingresos percibidos por
mujeres y hombres -.
A partir de los informes de desarrollo humano, el PNUD plantea
el enfoque Género y Desarrollo Humano (GDH), como aproximación específica al
enfoque GED. El GDH sitúa su análisis de las relaciones de género dentro del
marco del paradigma del desarrollo humano y enfatiza el impacto diferencial de
las políticas en hombres y mujeres, así como el efecto negativo de la
desigualdad de género en el desarrollo humano. Este enfoque señala que hay que
partir del hecho de que existen grandes disparidades entre las personas (clase,
etnia, edad, etc.), pero que la más generalizada y universal es la que existe
entre hombres y mujeres y esa gran disparidad limita las oportunidades de
desarrollo humano de unas y otros. No tomar en cuenta esta situación supone
fracasar en cualquier estrategia de desarrollo.
Sin duda, el desarrollo humano es un escenario mucho más
favorable para visibilizar aspectos de la desigualdad entre hombres y mujeres
antes ocultos. Sin embargo, la incorporación de la dimensión de género en el
desarrollo humano, sobre todo en la práctica cotidiana del desarrollo, continúa
siendo un desafío. Un desafío que enfrenta muchos obstáculos en las
instituciones sociales y culturales que sostienen los mecanismos de
subordinación y discriminación. Para lograr un verdadero desarrollo humano, un
desarrollo real para hombres y mujeres, resulta imprescindible transformar
estas instituciones y pautas sociales y culturales. Más allá de la discusión de
si la igualdad de género es un medio o un fin para el desarrollo humano, lo que
resulta obvio es que debe ser una prioridad.
Referencia bibliográfica
NACIONES UNIDAS (2010): El progreso de América Latina y el
Caribe hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Desafíos para lograrlos
con igualdad.
NACIONES UNIDAS (2006): Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Informe 2006: Una mirada a la igualdad entre los sexos y la autonomía de la
mujer en América Latina y el Caribe, Chile. [En línea]
NACIONES UNIDAS (2005): Documento Final de la Cumbre Mundial
2005.
Publicado por estudiante: Ingrith Daniela Zúñiga Cerón
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